FORTALECER AL PERIODISMO

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ACADEMIA DE PERIODISMO Y COMUNICACION SOCIAL

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martes, 24 de agosto de 2010

CALDERON Y GOEBBELS





El internet y la estupidez


PURGATORIO:


El diario español El Paìs, publica las versiones encontradas de quienes dicen que el internet nos està vaciando el cerebro y los que sostienen que es todo lo contrario, dirìa el agonizante Luis Echeverrìa Alvarez:
"Por estos días es posible encontrar una gran cantidad de artículos y libros que, como tesis principal, sostienen que internet nos está volviendo estúpidos. Dichos textos culpan a la gran cantidad de información y herramientas disponibles de generar una sobrecarga de contenido que, eventualmente, afecta al cerebro.
Muchas de estas teorías se apoyan en investigaciones científicas empíricas que muestran que la manera en la que el cerebro trabaja, está cambiando. Dichos estudios dicen que esto "podría" deberse a internet.
Los que defienden a la red, sin embargo, aseguran que estas premisas son reacciones comunes a los nuevos medios. Lo mismo se dijo, apuntan, cuando los periódicos o la televisión se volvieron populares.
Otros ponen a los adolescentes como ejemplo. Su constante cambio de atención, de un dispositivo a otro hace que pierdan la concentración, dicen.
Pero otros más aseguran que detrás del caos de la multitarea hay un orden; una nueva manera de concentrarse.
¿Quién tiene razón?
Nicholas Carrse está convirtiendo en el principal crítico de internet. Primero escribió un artículo llamado "Google nos està haciendo estùpidos" y después un libro con el título "Vacíos: lo que internet le está haciendo a nuestros cerebros". El autor asegura que él y varias personas más, han perdido la capacidad de concentrarse por culpa de la red. Los hipervínculos -dice Carr- nos distraen y nos hacen saltar de un lugar a otro consiguiendo que no nos concentremos en algo por más de un par de segundos.
Según él entre más confiamos en las computadoras para ser el medio por el que entendemos el mundo, es nuestra propia inteligencia la que se está convirtiendo en inteligencia artificial


PARAISO:
Las voces en contra no se han hecho esperar.
En el New York Times, Steve Pinker, de Harvard, contraargumentò que las mismas críticas se vertieron contra medios como los libros o la televisión. Cada que aprendemos algo, afirma, nuestro cerebro cambia su configuración. No significa, insiste, que seamos más tontos.
Por el contrario no sólo no nos hacen estúpidos, sino que estas tecnologías son las únicas cosas que nos ayudarán a seguir siendo inteligentes, enfatiza Pinker.
Estas dos visiones no son las únicas manzanas de la discordia.
Otro punto a debate es que al fragmentar nuestra atención entre múltiples herramientas tecnológicas más nuestra rutina diaria, nuestra concentración se reduce y con ella nuestra inteligencia.
Los adolescentes -con sus constantes videojuegos, videos en YouTube, Facebook y mensajes de texto- están en la mira de la cuestión. Estudios empíricos dicen que no se concentran como antes.
Pero ¿eso es malo? ¿o será que el cambio en la forma de asimilar las cosas es parte de la evolución?".
En mi experiencia personal los adolescentes hacen muchas cosas a la vez, pero retienen casi todas o todas ellas.
Mis hijas Melanie y Pamela pueden tener un video en el fondo, estar hablando conmigo y enviar un mensaje de texto al mismo tiempo. A veces creo que nada de lo que le dije se quedará en su memoria y es probable que cuando algo de lo que digo no le interesa, lo descarte. Pero en más de una ocasión me ha sorprendido mencionando horas más tarde los puntos centrales de mi conversación. No sólo retienen lo hablado, sino que lo asimilan.
Algunos científicos, sin embargo, afirman que hay indicadores de que las distracciones están minando la capacidad juvenil de resolver problemas.

PARAISO:

Algùn tratado, manual, libro o folleto sobre la "estrategia Goebbels" deberìa ser texto de cabecera de quienes estàn tratando de manejar la imagen del extraviado Felipe de Jesùs, porque cual Diògenes del Siglo XXI, Calderòn anda en busca desesperada de una vocero (a) que no lo hunda màs: No encuentra la cuiadratura al cìrculo y alguien como Alejandra Zota - vàlgame- despacha en los Pinos, desde la silla que ocuparon gigantes de la comunicaciòn social y las relaciones pùblicas, como don Pancho Galindo Ochoa.
Quizà, el "presidencito" que nunca vio Maquiavelo, deberìa leer el libro del inglès Toby Thacker "Joseph Goebbels: Vida y Muerte", para tratar de aprovechar los consejos o mètodos del Ministro de Propaganda e Instrucciòn Pùblica en el Tercer Reich.

En un largo epílogo, el autor se presta a fijar una nueva fotografía del supremo propagandista nazi. En ella queda el retrato de un hombre fracasado en su ideal último, que ha pasado a la historia con la catadura de uno de los más grandes demagogos de la historia y que ha quedado marcado para siempre con el estigma de ser el retorcido maestro de la mentira, la manipulación y la adecuación de la política a unos fines criminales. Visceralmente conservador en lo cultural, orquestador de su propia vida con un talento sin igual para la dramatis personae, y revolucionario en la concepción alemana y aria de lo social, sobre sus espaldas se hace recaer el peso de la vesania racista que condujo a los paredones de fusilamiento y a las cámaras de gas a millones de personas con una falta de humanidad personal rayana lo increible.

Su legado, tristemente, no parece muerto. La manipulación de los medios para que vomiten mentiras unidireccionales hasta hacerlas creer incluso a aquellos que las producen; el uso del cine, la radio -y ahora la televisión e Internet, medios que Goebbels hubiera explotado de modo terrorífico- para transmitir los principios resumidos de una ideología destructora, y la denigración del rival político y social por sí mismo, junto a la tergiversación sin fin de las imágenes para obtener unos resultados concretos, parecen más realidades de nuestra época que de los años en que el doctor Goebbels y sus secuaces tuvieron que lidiar con unos medios tecnológicos primitivos. Cabe preguntarse cuánto de nuestros medios de comunicación, de la propaganda institucional que diariamente absorbemos, de la ideología que desprende cualquier informativo y periódico, beben de un modo que nadie reconocerá del hombre que consiguió que todo un pueblo odiara a una raza y un mundo de los que casi nada conocía.