FORTALECER AL PERIODISMO

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ACADEMIA DE PERIODISMO Y COMUNICACION SOCIAL

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martes, 17 de agosto de 2010


MINIFALDAS
Arcadio Acevedo



PRE TEMPORADA
Al periodista y escritor Eduardo Galeano, los deportes en general, el futbol en particular, le han servido, entre otras cosas, para ir sembrando en los meridianos de la esfera terrestre las semillas de su redonda y peculiar historia del mundo.

A veces, en donde él miró abrojos, existieron en realidad hojas de parra. Los que él llama mares eran en verdad océanos de cal, de tierra pelada y seca. ¿A quién le importa? Además de que los literatos nunca mienten -le enmiendan la plana al creador-, tratan de mantener en el interior de los individuos la olímpica flama de la universalidad. Se vale.

SÚPER ATLETA
Peregrino de paz, aficionado de alto rendimiento al futbol, Galeano recorre de arriba abajo la alfombra verde promoviendo su nuevo libro “Espejos” (2008). Derramé babas de admiración escuchándolo en la entrevista que le concediera a Ricardo Rocha, hace días.

Ahí, como en muchas otras entrevistas en muchos otros países, refirió este episodio inaudito: En los Juegos de 1936, organizados por Hitler para demostrar la superioridad de la raza aria, Perú le ganó 4 a 2 a Austria, tierra natal del Fuhrer, presente en el palco principal del estadio de Munich. Esto, a pesar de que para evitarle disgustos a Hitler, el árbitro había invalidado otros tres goles peruanos. Esa misma noche los dirigentes se reunieron y anularon el partido. La delegación peruana, en un ejemplo de dignidad, se retiró de los Juegos”.

El escritor uruguayo dijo que la anécdota era desconocida hasta por los peruanos. “Tengo allá amigos aficionados al futbol que no tenían ni idea del hecho –agregó-. La historia debería enseñarse en los colegios. Niños, nosotros pertenecemos a un país que humilló a Hitler. ¿No sería lindo empezar una clase así?”, comentó.



GOL ANULADO
Buscando conocer con mayor amplitud la hazaña deportiva, emprendí un safari por la Internet. Cacé puros desencantos: Claudia Chaparro, periodista inca, afirma que el despojo y la conspiración nazi son un mito, alimentado por cierta prensa durante 72 años. Nos muestra la repetición cuadro por cuadro:

AMONESTACIÓN
Una investigación del periodista Luis Carlos Arias Schreiber, incluida en el libro “Ese gol existe”, derriba la leyenda más celebrada del deporte peruano. Sostiene: En ese torneo no le ganamos a ningún equipo poderoso, Hitler nada tuvo que ver en la eliminación del Perú. Se ordenó repetir el partido ante los austriacos porque un puñado de hinchas peruanos invadió el campo de juego y agredió a los europeos”.

Por su parte, Richard Mc Millan, periodista de la United Press reseña en su nota de época: “Era tal la excitación en el público, que los espectadores de ambos bandos habían ingresado a la cancha”.

El COI ordenó repetir el partido, a puertas cerradas, pues no hubo suficientes medidas de seguridad en el partido anterior para controlar a los aficionados (en su mayoría de nacionalidad austriaca y alemana). En señal de protesta, la delegación peruana se retiro del evento. Austria ganó por defecto.


TARJETA AMARILLA
En el libro “Una historia del fútbol peruano” (1975), el periodista Thorndike narra prolijamente la manera en que el arquero peruano Mago Valdivieso le atajó en Berlín un penal al austriaco Steinmetz. Según la documentación hallada por Arias Schreiber, en aquel partido Perú-Austria el árbitro noruego Khristiansen no sancionó penal alguno. Además, el equipo austriaco era el “B”, amateur. Nada tenía que ver con el famoso Wunderteam o Equipo Maravilla que deslumbró a Europa en los años treinta.



EL MATADOR. VIDA Y MILAGROS
“Hey, bicho!”, grita el chaval al toro negro bragado de Campo Alegre, locomotora de casta y músculos que lo mira con fijeza, sin humillar el testuz. “¡Aja, toro!”, lo reta el chaval sacando el pecho, alzándose en las puntas de los pies, fijo como un árbol, con la muleta en la diestra desmayada sobre el suelo árido, polvoriento.

“¡Hey, bonito!”, ven por mí, cógeme si puedes”, ruega más que demanda el novillero de medias remendadas, siempre nuevita el hambre de gloria, de platos medios llenos en la mesa, de camas calientes y mujeres del mismo talante. A los matadores la gloria los embiste, los ensarta, los trepa al Olimpo Taurino a punta de pitones. No los abraza, no los seduce con caricias blandas. El chaval lo sabe. “¡Hey, bonito! –grita otra vez-. ¡Mátame si puedes!”.

Casi le cumple la noble bestia su deseo en aquella improvisada plaza de Jeráhuaro, Michoacán. Le averió el nido del arrojo. El asta izquierda penetró varios centímetros por el escroto.
- Fue mi bautizo de sangre –recuerda Rigoberto León, el Matador-. Pa’cabarla de amolar en el pueblo no había ni curitas.
-Raro, tratándose de una parcela cristera –bromeo.
-Hablo de cintas adhesivas. Tampoco había camiones ese día. Tuve que soportar el dolor la noche entera. Me paralizaba el miedo a una infección. Al día siguiente viajé en una troca hasta Acámbaro, Guanajuato. Ahí agarré un autobús Flecha Amarilla. En el DF llamé por teléfono al doctor Pablo Pérez y Fuentes. Le expliqué los motivos de mi urgencia. Me desmayé en el taxi que me llevó a la clínica donde fui atendido.